Querida Sor Josefa Mateos:
Queremos compartir contigo el insondable vacio que nos dejó tu partida definitiva a tu adorado terruño hispano.
Tu presencia desde mil novecientos setenta fue para nosotras gran estimulo de entrega, amor y generosidad incondicional. Tu primer destino fue Pasto Nariño, done desplegaste tu misión hospitalaria con gran acierto dando a conocer tus grandes dotes para la culinaria sin perder de vista las necesidades de pacientes y hermanas; fuiste recibida con alegría en todo el hospital; las hermanas y pacientes te dijeron una y mil veces” bienvenida, te queremos mucho”.
Pronto corrió el tiempo azotado por el frio y la fumarola del volcán Galeras. Intempestivamente fuiste destinada para Bogotá, Clínica la Inmaculada, donde tu labor tuvo varios matices como orientadora en gastronomía, lavandería y mantenimiento.
Aquí fuiste recibida con entusiasmo y alegría. Nos deleitaste con exquisitos manjares españoles y muchos postres que sabían a cielo, muy ricos al paladar. Desde tu habitación pudiste observar la ladera de la Cordillera Central de los Andes que rinden historia geográfica que embellece el paisaje original con una naturaleza envidiable también por su biodiversidad original en flora y fauna. Todas pudimos observar tu capacidad invencible para la misión; acompañando el área de mantenimiento, ropería y culinaria y atendiendo las necesidades personales de todos, con preferencia a los más vulnerables. Tu paso por aquí marcó huellas imborrables muy significativas para la comunidad, pacientes, colaboradores y mucha gente que te conoció y te quiso; todos se admiraban de tu labor misionera con tanta responsabilidad y entrega.
Con María de Fontaine, Jesús te dice hoy: ¡Cuánto te amo¡ ¡Cómo deseo tenerte aquí en mis brazos para siempre, mis caminos son sendas de misericordia y bondad¡
Sor Ana Isabel Urquijo M.